Descripción enviada por el equipo del proyecto. El terreno por ser el principio de una vaguada, presentaba una topografía accidentada y al mismo tiempo hacía que el terreno se encontrara altamente poblado de árboles y fauna. Desde la primera visita al terreno se decidieron los dos principios de diseño: ser parte de esa naturaleza, vivirla y tocarla; y aprovechar la vista al mar y a las fincas de café.
Para ser parte de la naturaleza decidimos hacer un recorrido largo en medio de los árboles y disfrutar de la vida en los tres niveles: bajo las copas, al nivel de las copas y sobre las copas para al mismo tiempo poder disfrutar de la vista. Esto provocó una casa angosta para ir mezclándose en medio de los árboles y evitar excesivos trabajos de terracería por la fuerte inclinación. En segundo lugar, se decidió ocupar el concepto de la terraza para poder sentirse al exterior la mayor parte del tiempo excepto en los espacios íntimos y los baños.
Para poder generar esta sensación quise ensayar sobre el concepto del escultor Oteitza de los vacíos encadenados, evidenciando el vacío, absorbiéndolo con unas grandes paredes de cemento que se pliegan y se convierten en el piso y que definen y separan el área vivible del espacio natural. Para poder disfrutar de la vista, se creó un mirador mezanine de madera apoyado sobre esta gran plataforma de concreto.
Los cerramientos de la casa son agregos, parches que se desentienden de la masa de concreto para poder reforzar la idea de un solo elemento que tiene que ser protegido del clima (la lluvia, específicamente), al igual que el techo, que se maneja como un gran canopy liviano y desprendido de la estructura principal. El vidrio permite que el exterior penetre en el espacio interior.
Estéticamente, este elemento de concreto cerrado por remiendos y soportado por puntales de acero, se relaciona con la forma de construcción que se ve especialmente en el interior del país. Donde las construcciones se van desarrollando por temporadas y se van terminando con lo que se encuentra a la mano. Además, son tan frágiles, que dan la impresión de que se van a desbaratar con la primera tormenta, al igual que las masas de Dalí soportadas por muletas.